Sometimes you can’t make it on your own
Debería estar escribiendo un relato que tengo comprometido y que estoy procrastinando demasiado… Pero últimamente no tengo la cabeza para muchas cosas… Imagino que es porque se ha juntado todo eso que está rondando en estos días alocados que estoy viviendo, y la incertidumbre no me deja centrarme realmente en lo importante, respirar y esperar a ver cómo evoluciona todo… Estoy seguro de que esta función va a ser de lo más caótica y que cuando baje del escenario, ni yo mismo sabré por qué he subido. Pero hoy he tenido la necesidad de vaciar mi mente, y este siempre ha sido el lugar para hacerlo. Un teatrillo que una vez tuvo un respetable público, pero que hoy vive en la penumbra y solo resucita en contadas ocasiones.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que subí aquí, que hasta me han cambiado las tablas y las vigas de las bambalinas pero, si algo he aprendido -y me temo que tendré que seguir aplicando-, es que el cambio está siempre ahí, a la vuelta de la esquina, al acecho para asaltarte cuando ya te habías acostumbrado a una realidad que te parecía cercana a la felicidad…
El otro día celebramos el cumpleaños de mi padre… Mi yo de hace años no se creería que acudiera a una comida con la gente con la que me tuve que reunir, pero así son las cosas… Ha cumplido 74, una cifra que a él no le debe quita el sueño, pero que a mí empieza a preocuparme… Por suerte, su salud es de hierro, pero últimamente me ha atravesado la mente que algún día va a faltar… Y que, cuando eso pase, mi hermano y yo vamos a quedarnos solos para siempre… Yo, si el futuro no cambia, no podré tener hijos… Y mi hermano, por lo que parece, no lo ha conseguido… Así que nos tendremos el uno para el otro hasta el final de nuestros días como el único vínculo de sangre de nuestra familia… Y me entristece que esto vaya a ser así… Pero no hay nada que pueda hacer al respecto… Solo mentalizarme de que ese tipo de final es el que se acerca poco a poco… ¿A quién voy a dejar mi legado? ¿Quién sabrá valorar mi colección de vinilos como se merece? ¿Quién me recordará cuando ya no esté?
El que parece que ha recibido una maldición gitana soy yo… Desde lo del esguince de Todos los Santos parece que no levanto cabeza… Ni siquiera el tobillo se ha recuperado del todo y ya creo que me va a quedar esa secuela para siempre… Pero si eso no era suficiente, esos dolores raros que me vienen me tienen algo intranquilo. No se lo cuento a nadie para no contagiarles, pero cuando notas que algo es diferente a lo que has experimentado hasta ahora, te asustas… Todavía queda medio mes para acabar con las pruebas y ver qué narices pasa… Lo que sé es que soy buen paciente, y que pienso obedecer todo lo que me digan los médicos para recuperar lo que he perdido… Por lo pronto, la aplicación para beber agua me está ayudando mucho… Me parece increíble que, bebiendo toda el agua que ya bebía antes a diario, ahora tenga que beber aún más… Por suerte, al menos en eso estoy mejorando… 3 litros al día me parecen una odisea, pero estoy en ello… Pronto voy a poder chapotear en mí mismo…
La última broma ha sido la cuestión laboral. Hasta hoy he vivido una época dorada… De mucho aprendizaje y buen ambiente, de vislumbrar un futuro que me planteé cuando me rompí hace casi 10 años (10 años, madre mía) y de una tranquilidad que debo agradecer a mis jefes por todo lo que nos ofrecieron, incluso cuando acabó la pandemia… Pero, por desgracia, esa misma pandemia ha resquebrajado esa torre de marfil que estábamos construyendo entre tod@s… Y, aunque la situación es peliaguda, realmente no es el miedo lo que me invade en estos momentos, sino la incertidumbre… El volver a empezar en otro sitio y saber si voy a encajar, si seré capaz de cumplir con lo que se espera de mí, si este no será otro inicio por el que algún día subiré de nuevo aquí para contar un final abrupto de mi aventura en ese nuevo destino… La edad te hace buscar la estabilidad, y estos terremotos a los que la vida te somete no son precisamente ese tren al que quieres subir… Pero, como decía al principio, el viaje en este tren no te asegura que la locomotora pegue algún frenazo y te estampes con el asiento de delante… Y en eso estamos…
Por si todo eso no hubiera sido suficiente para traerme aquí a volcarme en estas tablas, esta mañana, cuando volvía de hacer la compra de la semana en el coche, he escuchado a Patrick Watson en la radio…
El día ha tenido otras formas de traerme de nuevo a C. Nunca se va, realmente. Siempre está ahí. Más de lo que ella debe imaginar. Pero hay días en que las cosas se retuercen hasta extremos infinitos para insistir en ello…
Por la mañana me había propuesto limpiar de una vez las butacas del Ikea que compramos cuando volvimos de Granada, aquellas que tanto nos gustaron en aquel retiro forzado que me pilló en condiciones parecidas a las de ahora… Todo fue porque vi un remedio para blanquear telas en Google Now mediante el percarbonato de sodio que venden en el Mercadona… Y al llegar y dejar la compra, me he puesto con un trapo y esos polvos disueltos en agua caliente a frotar una de las butacas, pero la verdad es que no ha dado buen resultado… La tela ha quedado áspera y las manchas amarillentas de la tela que se han quedado impregnadas durante todos estos años, no han salido… Por la tarde me he armado de valor y he desmontado una de ellas para sacar las fundas y probar en la lavadora… De rebote, me ha hecho gracia comprobar que, cuando las montamos, habíamos confundido dos tornillos, y habíamos metido un tornillo corto en lugar de uno largo en uno de los travesaños… Un error que ha estado allí todos estos años y que, con la suerte que estoy teniendo últimamente, me sorprende que no haya acabado conmigo en el suelo…
Me temo que meterla en la lavadora tampoco ha funcionado de todo… Aunque he acertado en poner el percarbonato y el jabón en los cajones correctos de la lavadora… Supongo que nunca se me dio bien la Química… Ni las químicas, por lo visto, si se me permite el chiste fácil… Mañana por la mañana intentaré poner la funda de la otra butaca con más percarbonato… A ver qué pasa…
Después del fracaso, en algún momento de la tarde, me ha aparecido un avisado de que su madre acababa de instalarse Telegram… ¿No os parece una broma? Primero que acudiera a mi mente lo de blanquear unas butacas que llevan siglos en ese estado, luego Patrick Watson, y finalmente eso…
No es la primera vez ni será la última que he estado tentado a escribirle a ella directamente o a alguien que pudiera decirme, al menos, si todos en su familia se encuentran bien y no han sufrido ningún percance de salud… Pero sé que eso solo haría que acrecentar la cólera que siente por mí, y por eso tengo que acabar tragándome mis aspiraciones y guardando la esperanza de que algún día caiga ese telón que me tiene castigado… Sinceramente, no creo merecerme este sufrimiento, y supongo que ella debe estar disfrutando de una victoria en una guerra que nunca ha existido… Pero de nada sirve mantener las puertas abiertas para dar un abrazo… Y mis días se limitan a preguntarme una y otra vez «¿qué hago?», «¿qué puedo hacer para cambiar esto?»… Y como cualquier solución que se me ocurre pasa por algo que supongo que la importunaría, al final todo queda en esa misma ciénaga por la que transita nuestras vidas… Un tiempo perdido que algún día me arrepentiré de haber dejado que creciera tan desproporcionadamente como lo hace… Son casi 10 años sin ella… Casi el mismo tiempo que vivimos nuestra historia… Y yo la sigo echando de menos, no solo para recibir sus consejos con el dichoso percarbonato…
No son buenos momentos… Sé que lo que siento no es depresión porque la viví aquella vez y no, no es eso… Quizás sea un poco de apatía… Y miedo por esas turbulencias que veo cerca… En estos momentos de flojera emocional prefiero no contar nada a nadie para no preocuparles. Por eso he creído que volver a esta pequeña casa de mi mente quizás me ayudaría a ganarme un pequeño respiro. Para reponer fuerzas también me acuerdo mucho de la fortaleza de mi abuela, que en tiempos de hambre, se recorrió el centro del país con sus hermanos, mendigando con una especie de circo ambulante en el que mi tío abuelo Manolo tocaba la trompeta…
Yo, salvando las distancias de lo que fueron aquellas terribles fechas que les tocaron vivir a ellos, hago algo parecido… Algo que realmente siempre he hecho: refugiarme en la música y esperar que pase el temporal… Un océano… Soy un océano… Soy lo que mi mantra canta…
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